#MÉRIDA Vuelve el mismo desagradable olor que exactamente hace dos años inquietó a gran parte de los meridanos
Los procesos de cocción de vísceras y partes de pollo y cerdo que no son aprovechadas cubren de fetidez gran parte de la capital yucateca.
Esta noche, habitantes particularmente del poniente de Mérida reportaron que perciben un mal olor que invade todo el ambiente.
Desde las nueve de la noche los reportes de fetidez provenían de varios rumbos de la ciudad, aunque hubo mayor énfasis en el poniente.
El apeste fuerte abarca desde los fraccionamientos Diamante y Tixcacal Opichén, hasta Francisco de Montejo. También hubo reporte en Kanasín.
Mediante las redes sociales las personas compartieron que “apesta a podrido o excremento” y manifestaron su inquietud por enterarse si era una situación general y saber sus causas.
La percepción de la gente va desde un olor a “plumas quemadas”, “comida echada a perder”, “basura podrida” e incluso excremento.
Hace exactamente dos años, en junio de 2018, la misma situación se presentó de manera muy llamativa y este medio realizó una investigación al respecto.
En el Ayuntamiento de Mérida reportaron que recibieron llamadas de ciudadanos preguntando sobre las causas, pero no supieron qué contestar.
Por su parte, el entonces secretario estatal de Medio Ambiente, Eduardo Batllori, confirmó que también recibió reportes de “apeste” de lugares distantes entre sí y comenzó a indagar sobre el asunto.
La investigación llevó a PRESIDIO hasta las plantas procesadoras de alimentos, en donde se obtuvo la respuesta del origen del mal olor que cubrió toda la ciudad.
La capital yucateca está rodeada en su periferia por industrias que realizan procesos agroalimentarios y emanan fuertes olores de desechos por la matanza de animales.
Una de ellas es la planta de pollos Crío, que se ubica en Periférico poniente a la altura del fraccionamiento Juan Pablo II, otra es Bachoco en carretera a Umán, también en la vía a Tetiz, en la Ciudad Industrial y otras procesadoras de aves y cerdos en Susulá y Kanasin, que generan desperdicios que son “secados” y pulverizados.
Sangre, vísceras, plumas, picos, uñas van a un depósito común donde se realiza su cocción, es decir, se sancochan los desperdicios para luego deshidratarlos y volverlos polvo.
La emisión de olores molestos al olfato obedeció a la elaboración de ese producto en polvo mediante un proceso de calentamiento en un deshidratador (similar a hornos de secado), a través de gigantescas tolvas que realizan emisiones a la atmósfera.
Según la explicación técnica obtenida por PRESIDIO, habitualmente esos malos olores no se perciben por la población porque las chimeneas expelen a chorro los vapores hacia alturas superiores a los 25 metros.
Sin embargo, las lluvias y el clima húmedo imperantes favorecieron la precipitación de estos olores a niveles tan bajos que fueron perceptibles para los meridanos, al estar rodeados de fábricas de alimentos para consumo humano y de animales.
«Fue una mezcla de todo», comentaron las fuentes a PRESIDIO.
Sin embargo, precisaron que esos olores no son tóxicos ni dañinos para la salud, de modo que descartaron afectaciones al organismo más que las molestias normales por el mal olor, que se debe ir disipando al paso de las horas.
Mencionaron que, «por ley», deben incinerar todas las partes animales que no se utilicen, un proceso que está normado por la Profepa.
En el caso de los pollos, sólo un 3% del animal no se aprovecha, de modo que los desechos de miles de aves se convierten en polvo y se envía a granjas de engorda de ganado como proteína.
Remarcaron que todos los días realizan los mismos procesos, pero en aquella ocasión -como ahora, tras seis días nublados- la ausencia de rayos solares y el ambiente húmedo permanente dejaron los vapores al «nivel de nariz».
